Por qué no me gustó ¿Quién vive ahí?

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Soy una voraz consumidora de todo programa de televisión que tenga que ver con la decoración, pero la verdad es que muchos de ellos me dejan más que fría. Algunos se tiñen de un manto pretendidamente solidario buscando la lágrima fácil, que al fin y al cabo es lo que vende, y otros se centran únicamente en el lujo por el lujo. Desde hace un tiempo se venía anunciando un nuevo programa en La Sexta: ¿Quién vive ahí? con unas promos que alimentaron mi curiosidad.

El programa se anunciaba como un espacio en el que mostrar casas únicas o enclavadas en lugares singulares, mostradas por sus dueños, que cuentan en primera persona las peculiaridades e historia de estos lugares. Con estos mimbres parecía que en este nuevo programa iba a quedar saciado en parte el ansia voyeurista de muchos, entrando de lleno en casas poco convencionales, y se me pusieron los dientes largos, que si no miro por las ventanas de las casas es por educación, no por falta de ganas.

Al fin ayer pudimos verlo, y la verdad es que para mí fue una decepción. En la primera casa recibía un señor, probablemente muy rico, y ataviado con pajarita y unas gafas de sol muy grandes, que nos enseñaba sus caprichos y excentricidades en una casa en la que no había ni rastro de alma. Pero tenía un spa de 130 metros, detector de gases y varios empleados vestidos de templarios. El hombre estaba pensando vender la casa e irse a Puerto Rico, donde iba a buscar un hogar con playa privada. La escena era tan surrealista que pensé que era una broma y se trataba de Miki Nadal haciendo una parodia, pero no, la cosa iba en serio.

Pasamos a la segunda casa esperando un contrapunto, algo más real, pero nos topamos con una gran mansión que nos recordaba a Tara, escenario de Lo que el Viento se llevó. Su dueña, una señora de edad, comentó que apenas veía a su marido pues la casa era muy grande y se quería mudar a una casa pequeña... de 400 o 300 metros.

La tercera casa daba un ligero respiro, presentando un pequeño rascacielos de cristal de suelos transparentes, al menos algo original y diferente. Algunos detalles, como la decoración del garaje, con siluetas de los coches de la familia dibujadas en la pared, fueron lo mejor del programa junto a un piso sin tabiques plagado de detalles. Vimos también una casa con forma de barco y otra integrada en el terreno cuyo techo soportaba un jardín con una profundidad de cinco metros de tierra. Se puede decir que con estas últimas casas, la segunda parte mejoró algo el programa.

A lo largo de todo el programa la palabra más repetida era cuántos. ¿Cuántos metros? ¿Cuántos baños? ¿Cuántos zapatos? ¿cuántos...? todo se cuantificaba, poniendo el máximo interés en la abundancia más que en la decoración. Es por ello que el programa no me ha gustado, lo he visto como un producto más cercano a Fulanitos por el Mundo, mera curiosidad vacua centrada en la ostentación, que un programa para los apasionados de la decoración.

Y a vosotros, ¿os ha gustado?

Más información | La Sexta En Decoesfera | Decohome y Decasa: televisión y decoración

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