Noticias de Mies van der Rohe en Decoesfera

Muchos de vosotros, por las cosas que suelo publicar, pensaréis que soy un minimalista empedernido, y no os quito la razón, me suelen gustar las cosas sencillas, de líneas puras y sin demasiado ornamento. Pero para ser exactos, más que el minimalismo, a mi lo que me gusta es el racionalismo.

¿Qué diferencia hay? Pues, explicado muy sucintamente, mientras el minimalismo trata de reducir al mínimo el número de elementos que se perciben en un diseño, lo que incluye también reducir los colores y texturas, el racionalismo busca una mayor coherencia entre forma, la función y la construcción, eliminando los elementos superfluos.

Dos definiciones muy parecidas a primera vista, pero que se diferencian el algo trascendental; el planteamiento.

Para el minimalismo, el aspecto final del objeto es un fin en si mismo; lo importante no es tanto reflejar su estructura interna o su función, sino que lo que se busca es que el ojo lo perciba como algo extremadamente sencillo, aunque este acabado no responda a algo que forme parte de la esencia del objeto y sea solamente un gesto formal.

Sin embargo, en el racionalismo se busca una transparencia entre la estructura, la función del objeto y la forma que adopta, de manera que cada una de ellas está estrechamente ligada a las dos anteriores. La estructura se piensa para que poder desarrollar la función para la que fue concebido y también configura el aspecto del diseño. Al mismo tiempo, la forma es fiel reflejo de la estructura y la función que alberga.

Lo que pasa es que en muchas ocasiones los resultados obtenidos por ambas corrientes se asemejan mucho y pueden llegar a confundirse con facilidad. Estoy seguro de que más de uno diría que Le Corbusier y en especial Mies Van der Rohe son dos arquitectos minimalistas, pero nada más alejado de la realidad.

Sus edificios son un ejercicio de depuración conceptual, una búsqueda de la verdadera esencia de la arquitectura y el diseño a través de la geometría, el espacio y las técnicas constructivas. Su aspecto no es un fin, sino el resultado de esa búsqueda y esa depuración.

La belleza del racionalismo radica en su abstracción, en como consigue transmitir que el objeto que estas observando, ya sea una mesa, un pilar o un edificio, es, en esencia, la definición misma de ese objeto. Uno tiene la sensación de estar mirando un concepto, y eso algo que pocas cosas te harán sentir.

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